Andrés Portero. DEIA & Onda Vasca

5 May 2016

Atribuyen a Benjamin Franklin la máxima de “la honestidad es la mejor política”. El grupo COUNTRYBASQUE la sigue a rajatabla desde su propio nombre, al igual que desde el título de su debut discográfico, Made in Basque Country. En ambos juega con la dicotomía de un estilo, el country, y la ubicación geográfica vasca. Y les define porque ellos se autoproclaman “un grupo de country-rock que reivindica las raíces vascas”.

Quizás el origen haya que buscarlo en Pat, el aitatxi de Xabi Salinazarmendaritz, compositor y cantante del grupo vizcaino, que al igual que “otros hombres bravos fueron a Estados Unidos a la búsqueda de sus sueños”. Quizás con ese antepasado emigrante empezó todo, esa pasión irrefrenable que siente COUNTRYBASQUE por la música country, mamada a fuego en los años 70 por unos melenudos lampiños con aspecto hippie que formaron Traidor, Inconfeso y Mártir siguiendo las enseñanzas de The Flying Burrito Brothers, America, Poco, Eagles, Crosby, Stills, Nash & Young o The Nitty Gritty Dirt Band antes de darse a conocer desde una banda pionera en Bizkaia del folk rock estadounidense, Crimen y Castigo.

Han pasado casi cuatro décadas y ellos siguen a lo suyo, alimentados por la misma savia. Son 7 multiinstrumentistas ya veteranos que viven la música de manera honesta y aficionada, sin complicaciones ni meta alguna, más allá de reunirse tras el trabajo diario y disfrutar haciendo canciones como Indian soul, en la que recuerdan a los pieles rojas, la fiebre del oro o la caza de búfalos, o el instrumental Strings soup, que se puede bailar en un granero de Texas o una romería vasca.

La banda, que evidencia su falta de pretensiones al anunciar que no actuará en directo y se ha financiado esta grabación, sabe sonar plácida y encantadoramente acústica en By the lake y arañar con la electricidad en Best friends. Sobre un manto creado por banjos, mandolinas, armónicas, dobros, ukeleles, guitarras acústicas y violines, COUNTRYBASQUE, que ejecuta con garbo las armonías vocales californianas de los 70, ofrece un repertorio campero, con sabor a ozono, atemporal y con letras que, casi siempre, respiran positivismo y un aroma de regusto hippie al evocar espacios abiertos donde el ser humano puede vivir feliz con sus congéneres y en contacto con la naturaleza. Escucha W.E.N.K.Y. y la balada Grudge is no company y se te dispararán los pies y los buenos sentimientos, respectivamente. Desde aquí, en Euskadi, con la mirada puesta allí, en los (no tan) lejanos Estados Unidos. Con COUNTRYBASQUE.